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sábado, 5 de julio de 2014

Infierno habitado


Infierno habitado para Cosas que siento

María vivía en una localidad del sur de la Comunidad de Madrid. Durante casi veinte años, María había trabajado para una empresa de un polígono industrial. En 2009, en plena la crisis, la empresa cerró y despidieron a todo el personal. 
Después de aquello, anduvo buscando trabajo unos meses, pero no encontró nada. Su currículum no reflejaba más estudios que los primarios, un título de EGB del año 89, que había obtenido en el colegio público de su barrio. En aquella época, tenía quince años y nunca había pensado en ir al instituto, sus padres y profesores llevaban tiempo advirtiéndole que no valía para estudiar. Así que, al finalizar octavo, la necesidad de aumentar los ingresos en casa fue más fuerte que sus ganas de seguir más años atada a los libros y a un pupitre.

Yo viví en el mismo barrio que María y estudié EGB en su misma clase. María fue mi mejor amiga de juventud y ayer por la mañana me la encontré sentada en un banco del Retiro.

Llevaba años sin saber de ella. 
Nuestra amistad se forjó en aquel colegio y duró casi una década. Después de acabar en el cole seguimos saliendo juntas. Al cumplir los dieciocho, las dos nos echamos novio. Juan, María, Pedro y yo solíamos salir por ahí las noches de los viernes y sábados. Yo estudiaba y ellos tres trabajaban, pero aquello nunca supuso un problema. Fueron unos años geniales, nos llevábamos muy bien, y disfrutamos mucho juntos. Solíamos pasar el mes de agosto los cuatro en la playa. El resto del año hacíamos también alguna excursión de fin de semana. Teníamos dinero y éramos jóvenes. Pero todo cambió el día en que yo, un año después de terminar en la universidad, conseguí un puesto de maestra en Alicante y decidí dejar Madrid..., y también a Pedro. María y yo seguimos en contacto durante un tiempo. Luego, la lejanía terminó por enfriar nuestra relación.

Ayer al verla después de tantos años me pareció mucho mayor que yo. Fue ella quien me reconoció. Nos abrazamos, saltamos, gritamos... y, acto seguido, María comenzó a hablar. Me contó que Juan y ella seguían juntos y habían tenido dos hijos. Juan estaba en el paro y ella llevaba un mes trabajando por las noches limpiando oficinas, pero su contrato se acababa en julio. Me explicó cómo la despidieron de aquella empresa después de muchos años de duro trabajo y bajo sueldo. En 2010 había vuelto a estudiar, se había matriculado en un centro de adultos y sacado el título de la ESO. El curso pasado terminó un ciclo de grado medio y ahora estaba preparándose para unas oposiciones.

A pesar de las circunstancias, hasta ahí el tono de su relato me pareció ilusionado, pero, de repente, su voz se quebró. Rompió a llorar y, entre lágrimas, empezó a darme más detalles de su situación económica. Llevaban dos meses sin pagar la hipoteca y con la luz cortada. Durante estos últimos cuatro años, Juan había sido el sostén económico en casa, pero en 2012 fue también despedido del ayuntamiento para el que trabajaba y la prestación por desempleo se le había acabado hacía cuatro meses. Los del banco no paraban de llamarles por tener la cuenta al descubierto y varios recibos devueltos. El colegio de los niños les había mandado una carta por falta de pago del último trimestre del comedor. El verano se planteaba lleno de problemas, no les quedaba dinero ni para comer. En este punto, yo también me vine abajo, la abracé y comencé a llorar con ella. No sabía qué otra cosa hacer ni decir. Saqué cincuenta euros del monedero de mi bolso junto con una tarjeta con mi nombre y teléfono. Puse ambas cosas en su mano. María hizo un pequeño gesto de rechazo. Apreté sus dos manos con las mías, y ella me dio las gracias... Nos despedimos en silencio.

Anoche no pude dormir. El resumen de mi vida después de salir de Madrid no paraba de dar vueltas en mi cabeza junto a una pregunta. Me fui a Alicante, me volví a enamorar, me casé con un compañero madrileño que también consiguió su primer destino en mi centro, nos compramos un piso, tuvimos dos hijos, cuando pudimos nos volvimos a Madrid, no tenemos problemas de dinero, y somos muy felices; pero..., ¿qué habría sido de mí, si mis padres o alguno de mis profesores del colegio, del instituto o la universidad me hubieran dicho que yo no valía para estudiar?


Autor: Luis Cuesta
Fotografía: wikipedia


Gracias a mi amigo Luis por este maravilloso relato lleno de emociones y sentimientos.



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